Aprendí con el paso del tiempo a hacerme invisible, a pasar desapercibido y a disfrutar de largos silencios. Aprendí otros idiomas y formas de entender el mundo y en esos momentos, escasos, de nostalgia en que me recordaba cómo había sido en el pasado, disfrutaba de haberlo conseguido; una especie de transformación sigilosa que me había permitido entender qué era lo más valioso en este recorrido que llamamos vida, en este espacio limitado que conocemos como mundo.